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Siglo XX

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EL SIGLO XX EN MURCIA.

La Restauración

El pronunciamiento del General Pavía en 1876 acabó con la I República ya que con su movimiento se restauraba la monarquía en la figura del hijo de Isabel II, Alfonso XII. Con esta restauración se inició un periodo de paz y crecimiento sacudido por crisis intermitentes de profundo calado social y político.

Alfonso XII, rey de España desde 1876 hasta 1884.

El final del siglo XIX significó un giro importante en el sistema de relaciones sociales. Se consolidó la mentalidad burguesa en la que su hábitat natural, la ciudad, superaba bagajes arcaizantes para ser marco de un estilo de vida del tipo semi-industrial: aparecieron casinos, ateneos, teatros. La ciudad progresó técnicamente al recibir un impulso el pequeño comerciante, los abastos modernos. Surgieron nuevos espacios dedicados al recreo que generaron en cafés-tertulias. De éstos los más conocidos fueron el de la Puerta del Sol y el Oriental, ambos en el Arenal (Glorieta y Plaza de Martínez Tornel); hicieron su aparición, además, las primeras tascas y tabernas -tradición que se ha perpetuado hasta hoy- en la calle de la Merced y zona de Sta. Eulalia. Elementos todos ellos que empezarían a ser recogidos por las máquinas fotográficas de finales de siglo.

El Arenal (actual Glorieta de España).

Por su parte, la Murcia que conoció los primeros años del siglo XX curiosamente se acerca en ciertos aspectos a las características de la prosperidad del liberalismo propias de nuestra época: clases medias que se enfocaban hacia el funcionariado y trabajos de "cuello blanco", mientras una importante masa obrera se hallaba dedicada al comercio, industria y al campo y se ubicaba en los barrios de la ciudad: San Antolín, San Juan y El Carmen. Un renqueante atraso social, apreciable, por ejemplo, en materia educativa en cuanto al número de escuelas en la ciudad, once, fue combatido desde el propio Estado, que, sin embargo, se hallaba lastrado por un sistema insuficientemente democrático hoy intitulado como "Sistema Canovista" -de Cánovas del Castillo, artífice de la Restauración-. Y aunque desde 1890 se instituyó el sufragio universal, el problema residía en que pese al progreso social y económico alfonsino ciertos caciques locales se resistían a ceder el control de aspectos de la vida cotidiana. Situación sumamente explosiva contra la que intentaron luchar o apaciguar murcianos de la talla de Martínez Tornel, Vicente Medina, Díaz Cassou, etc. desde las columnas de los periódicos "El Liberal", "La Verdad", "El Diario de Murcia", etc.

Antonio Cánovas del Castillo, destacado político conservador español de la segunda mitad del siglo XIX. José Martínez Tornel, periodista murciano.

La Crisis de la Restauración: II República y Guerra Civil

Los años anteriores a la II República -el reinado de Alfonso XIII- fueron de un continuado crecimiento económico basado principalmente en la estabilidad política y la neutralidad ante cualquier conflicto internacional. Esos años, sin embargo, lastraron un déficit sociopolítico lo que unido al gobierno de Miguel Primo de Rivera se convirtió en un caldo de cultivo para los sucesos de abril de 1931. De hecho esta II República acusó la enorme efervescencia social y una cada vez más intensa polarización de la sociedad que desembocó en la ascensión al poder del general Francisco Franco tras una guerra civil.

Acabada la guerra en 1939 y mientras el mundo vivía los convulsos años de la guerra y la posguerra, los sucesivos gobiernos franquista pusieron en marcha numerosas medidas de índole social y económico destinada a acrecentar y consolidar a una clase media que previnieran nuevos vaivenes revolucionarios -sindicalismo vertical, industrialización, mejora del nivel de vida de un alto porcentaje de la población, educación universal, etc.-.

Murcia en los años del "Desarrollismo".

Tanto los años veinte como las siguientes décadas vieron unos cambios en el paisaje murciano. La consolidación de la burguesía se materializó, como venía haciéndose, en una mejora de la calidad de las viviendas, de los servicios, del comercio menor, etc. Esta indiscutible mejora se hizo patente cuando se observan las edificaciones de la época: el inmortal Puente de Hierro (1901), el Hotel Victoria, el vistoso edificio de la Plaza de Belluga, el palacete Díaz Cassou de la calle Santa Teresa, el edificio Celdrán de la Plaza de Santo Domingo, etc. Pero, además, este desarrollo afectó a la configuración de la ciudad vieja a causa de la progresiva desaparición de palacetes y edificios emblemáticos -Palacio Riquelme, Contraste de la Seda, etc.- que fueron sustituidos por otras edificaciones. A esto se debe añadir las violentas destrucciones por elementos exaltados en el fragor de la Guerra Civil: así fue destruida la iglesia de San Antolín; el claustro de los Hermanos Maristas, actual Facultad de Derecho, reducido a cenizas, etc. La postguerra contempló la reparación y reacondicionamiento de estos establecimientos mientras reorientaba la función de algunos; así el Palacio Almodóvar dejó de ser Gobierno Civil para trasladarse a la avenida Teniente Flomesta; la Universidad, de escasos veinte años, fue trasladada del Barrio del Carmen a su actual emplazamiento en el Campus de la Merced, etc. El periodo de desarrollismo implicó un crecimiento de la ciudad que se planteó en los primeros planes de ordenación urbana -Cesar Cort, años veinte; plan Blein, modificación del anterior, de 1945-. En todos ellos se veló por la necesidad de descongestionar el centro de la ciudad ante la presencia cada vez mayor del automóvil y la necesidad de comunicar a los sectores de la sociedad. De ahí la idea de abrir nuevas vías de comunicación en el centro de la ciudad tales como la calle de Correos, la avenida Alfonso X el Sabio y la Gran Vía.

Avenida Alfonso X.

La Murcia democrática: un breve camino y muchas perspectivas

Tras treinta y cinco años en el poder, el general Franco murió en 1975 y con él se cerró una etapa de la historia de España. Durante los siguientes años se trabajó incansablemente en construir un edificio democrático en que tuvieran cabida todos los españoles, y así, desde 1977, con la aprobación en referéndum de la Constitución y la formación de los gobiernos autonómicos el reino de España, y con él Murcia, pasó a constituirse en una sólida democracia ampliamente participativa y social. Esta última etapa política ha visto como la transformación material de la ciudad -en el marco de la etapa de crecimiento y prosperidad sin igual- ha replanteado la funcionalidad de ciertos espacios produciéndose una ruptura con respecto al pasado. La ciudad de Murcia del siglo XXI ya es muy diferente a la de cien años atrás habiéndose superado ciertos males ancestrales tales como el riesgo de inundaciones. La Murcia del siglo XXI es una ciudad con un elevado crecimiento demográfico, una ciudad que, obviamente, aún posee deficiencias sociales o económicas pero que se hallan atenuadas por un sólido estado del bienestar. Murcia es una ciudad, que, en definitiva, se enfrenta a un nuevo plan de ordenación urbana que sentará las bases de la ciudad durante las próximas décadas.

La Murcia actual, la Murcia del siglo XXI es heredera de todo este pasado acontecer. Las calles, los monumentos, los edificios, el río... todos son parte indeleble de la ciudad de Murcia. Y aunque el paso del tiempo no ha perdonado la ciudad conserva en el corazón de sus habitantes el mejor testimonio de su historia. En pleno siglo XXI la ciudad de Murcia, séptima de España en volumen poblacional, continúa cultivando su historia y sus tradiciones ya no sólo en fechas significativas como la Semana Santa; el Corpus o cuando celebramos la romería a la Fuensanta, día a día Murcia se abre y está abierta a quien quiere conocernos.

Salzillos desfilan ante la fachada del Edificio de Moneo. Pasarela de Materola sobre el río Segura.

Así hemos sido y así somos.